Desde que nacemos y conforme crecemos y evolucionamos, vamos asumiendo creencias y pensamientos que condicionan nuestra manera de comprender el mundo. Nuestras creencias son el filtro mental a través de las cuales interpretamos la realidad. De esta forma, todos aquellos postulados que consideramos verdaderos hace que convirtamos nuestra realidad en la misma creencia de la que partimos y a la que estamos arraigados. Por ejemplo, si yo considero que “soy tímida”, me comportaré conforme a mi creencia, adoptando posturas y comportamientos que confirmen lo que yo creo que soy. Baste con recordar el cuento de El elefante encadenado de Jorge Bucay. En este cuento, el protagonista del libro se pregunta por qué el elefante del circo, que es tan fuerte y poderoso, no se libera de una minúscula estaca a la que lo atan después del espectáculo. Un día, un amigo muy sabio le ofrece la respuesta: “el elefante del circo no se escapa porque ha estado atado desde muy pequeño. En esos momentos intentó liberarse con todas sus fuerzas sin conseguirlo y desde entonces cree que es imposible”. Es decir, una creencia limitante puede condicionar tu comportamiento y forma de actuar toda una vida. Y aquí de nuevo: somos lo que pensamos que somos.
Nuestras creencias, a veces disfrazadas de verdades absolutas, limitan nuestro aprendizaje y nuestro verdadero potencial. Desde pequeños vamos generando ideas que se confirman a través de nuestra experiencia personal y se acaban convirtiendo en firmes creencias que dirigen nuestros pasos. Estas creencias nos condicionan lo que sentimos, lo que pensamos y como lo sentimos y pensamos. Por ejemplo, si considero que soy tímida, evitaré situaciones que yo considero que me harán sentir timidez, huiré y me refugiaré en el miedo que me hacen sentir determinadas situaciones, reforzando así más esta creencia y convirtiendo lo que yo creo que soy en una realidad inamovible. Si por el contrario considero que algunas experiencias en la vida me han hecho actuar con timidez y convertir este atributo en una creencia que me define, aunque bien pueden aparecer otras experiencias y realidades en las que comportarme de otra forma, estaría dando un primer paso para hacer frente a esta creencia limitante. Recuperemos una frase de Henry Ford, el cual nos decía “Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto”. Es decir, ante un mismo hecho o realidad, podemos dar miles de interpretaciones distintas. La gran pregunta es, ¿es verdad esto que creemos firmemente? La respuesta puede intuirse: “lo será en la medida que tu CREAS que lo ES”. Así, lo que creemos que es la realidad, no deja ser una interpretación de la realidad. Y actuamos en base a nuestras interpretaciones, pudiendo convertir esto en un círculo vicioso en el que acabamos por no cuestionar nuestras creencias y asumir nuestras interpretaciones como verdades absolutas. Es una forma de no responsabilizarnos de nuestras acciones (o no acciones): “Es que yo soy así”. Si yo creo firmemente que soy así, nuestra mente actuará en base a este pensamiento y efectivamente este conformará mi realidad. Las creencias acaban convirtiéndose en principios, es decir, reglas y conformidades interiorizadas con las que guiamos nuestra vida creyendo que es asi y no podría ser de otra forma.
Quizás de romper este círculo y empezar a responsabilizarnos de nuestros comportamientos e interpretaciones de la realidad, podríamos entrar en un nuevo nivel de consciencia, en un nuevo abanico de posibilidades con resultados ampliamente satisfactorios. “Cómo no sabía que era imposible, lo hice”, dijo Einsten.
Lupe Oroña
Psicóloga. Redacción Revista Emprender